OPINIÓN

DESGRACIA, novela de J.M. Coetzee. (Premio Nobel 2004)

La mera observación de la realidad narrada por J.M. Coetzee en su novela DESGRACIA nos impresiona.
He dicho “realidad”. Sí, he dicho bien. De narración realista elevada a la categoría de arte podemos hablar al referirnos a esta novela de Coetzee, una novela, que cuando menos hemos leído con atención. A veces, con pasión.

El argumento es captado por el lector en cada capítulo o secuencia que aborda el autor, lo cual nos hace participar plenamente en la novela. Desgracia, cumple así una de las funciones de la literatura concebida por los críticos en las últimas décadas del siglo XX: el lector implícito.

Coetzee relata un discurso tan inteligente como feroz, una narración situada en el posthumanismo. Las personas aparecen sin Dios y Dios no aparece por ninguna parte. Esta novela estremecedora, visceral, también se aproxima a lo que Kafka definió: “Un libro ha de ser como un cuchillo helado que corta y que hiela”.

También Coetzee nos manifiesta su defensa por los intereses de los animales, con la misma vulnerabilidad y sufrimiento que los humanos, ellos se llevan la peor parte en esta narración que nos ha sacudido el ánimo.

La trama de Desgracia es relativamente sencilla y por esa acepción de ir implicando al lector, el tema principal se ramifica. Podemos decir que en primer plano del relato Coetzee habla por igual del racismo, de la justicia, de la vida, del orgullo, del deseo. Todo ello metido en una coctelera para darnos como resultado simple: la irracionalidad de la vida cotidiana en Sudáfrica.

El narrador de la novela que es omnisciente, narrada en tercera persona, nos ofrece algunas páginas líricas, el principal protagonista, profesor de universidad, para evadirse de la realidad cotidiana escribe una ópera sobre Byron para que sea representada en Italia. De no ser por estos apuntes, relativamente poéticos, la novela podríamos calificarla de estilo tremendista, inaugurado por Camilo José Cela con su novela: La familia de Pascual Duarte. Aunque el tremendismo de Coetzee es de carácter interior, unos latigazos a las emociones y al espíritu del lector. La novela de Coetzee está muy bien escrita, se lee fácilmente y todas las ideas que plantea lo hace con claridad y en orden. El desenlace y el leitmotiv de la novela se desvela un capítulo antes del final de la numeración de las páginas. El lector, que no puede dejar de estar implicado, percibe con toda claridad el objetivo y las intenciones del autor, se deduce toda la grandeza y la miseria de los seres humanos en una lectura dura y atroz. Si la situamos en el actual Posthumanismo, nada nos sorprende.



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