RELATO CORTO

Cartucho por Mila de Juanes

Cuando me senté en un banco próximo al estanque del Retiro en Madrid ví a un pequinés, curioso e intrometido que merodeaba la barandilla del estanque más famoso de la Villa y Corte,. Hacía un día bellísimo de primavera y el espejo del agua azul-verde reflejaba en el centro mismo del lago la frondosidad de multitud de ramas de los árboles y también las altísimas nubes que sobrevolaban el estanque. No obstante, era el pizpirete perrillo quien hacía desviar la atención del espléndido paisaje. Ladró:

El perrito daba vueltas y vueltas, él intentaba llamar la atención de unos adolescentes que remaban estanque adentro, divertidos y alegres:

Esta vez los "ladridos" eran de uno de los niños que desde la barca de recreo se dirigía a su improvisado admirador. Cartucho continuó correspondiendo al niño que le provocaba desde la barca. El perrillo ladraba alto y claro, todo lo que podía:

A mi lado, en el mismo banco donde yo me encontraba contemplando la escena, una mujer pinturera en extremo, con un sombrero sobre su cabeza, leía o miraba las estampas de una revista del corazón. En esos momentos abandonó su atención del papel cuché y entre las gafas y el sombrero me miró de soslayo, me atrevería a decir que me miró por encima del hombro, como diciéndome ¿qué haces ahí?. Luego, dirigiendo su mirada hacia la barandilla del estanque llamó al pequinés:

Cartucho lejos de obedecer se alejaba de nosotros siguiendo la dirección que llevaba la barca con los adolescentes dentro. La mujer pinturera me volvió a mirar, esta vez contrariada, con una pizca de alarma en su mirada, quizás transmitía un incipiente desasosiego.

Por mi parte, contemplaba la mañana primaveral con delectación. Yo había ido allí para saborear el ambiente festivo mezclado con la naturaleza, los árboles, el agua...

La mujer se levantó y corrió tras Cartucho. A los pocos minutos volvió desconsolada y ahogada en sollozos. Me entregó una nota que traía en una de sus manos:

Yo cogí la nota de mala gana. No quería meterme en ningún lío, ya que lo que yo llamo "mis delicados hombros" resisten al límite todo lo que pueden resistir. Pensé que Cartucho había caído al agua y... La nota con una letra clara y desangelada decía más o menos así:

"Me he marchado de tu lado porque te interesa más tu revista del corazón que yo. Ahora si quieres que vuelva contigo me tendrás que dar seiscientos euros todos los meses, o bien lo estipulado en el Salario Mínimo Interprofesional. Me encontrarás en la barca de recreo de los jóvenes, que somos amigos. Estamos en medio del estanque. Si no aceptas lo que te pido me quedaré con estos jóvenes. Quiero estar con ellos para poder jugar todo el día". Firmado: Cartucho

Cuando terminé de leer miré a la mujer y descubrí en aquellos ojos des-pintados algo parecido al espanto. Las lágrimas y el rimel corrían a la par por sus mejillas estropeando el rostro maquillado. Me pareció encontrar en aquella mirada la parte visible de un iceberg. ¿Era la soledad circundante o era sólo aquella soledad? La mujer se confesó llorando:

De mi mano pendía aquella hoja de papel, al parecer escrita por un pequinés despechado y celoso del papel couché. Comprendí entonces, que el consuelo inmediato de aquella mujer dependía, en mayor o menor grado de mi reacción hacia ella. ¿Qué podía hacer yo? Me pareció que íbamos a entrar en un melodrama. La mujer lo confirmó con la misma angustia y lloriqueo de antes:

Tras un breve silencio la mujer siguió en su desesperación:

Yo no acertaba a responder, pero sí creo que estaba empezando a comprender el verdadero significado de la amistad y del amor. Esos sentimientos que ni se compran ni se venden y que aparecen por sí solos entre dos seres. La mujer lloriqueando seguía su retahíla de invocaciones:

Yo estaba un poco aturdida, pero lo que comprendía perfectamente, era que aquella mujer había encontrado en Cartucho una fina y frágil felicidad y ahora sentía la amenaza de perderla.



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